La celeridad con que transcurren los acontecimientos me aboca al abismo de mi persona, y miro abajo sin miedo a caer aferrándome bien a mis propias lindes por si acaso me sintiera incapaz de no dejarme llevar a todo lo que allá en el fondo parece que podría ser y no soy, y veo que...
No es abismo.
Es un charco.
Y refleja lo que soy.
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